Prueba 3: Las Memorias del Abandono

El Eco de lo Perdido


Euphoris avanzó con paso firme, dejando atrás la Trampa de la Comparación. El aire cambió de nuevo: más frío, más denso. Una brisa helada se coló entre las grietas del Inframundo, erizando su piel.

Frente a ella, un río inmenso y oscuro apareció de la nada. Sus aguas eran inquietas y gélidas, moviéndose con una lentitud desesperante. Sus corrientes traían susurros que sonaban como lágrimas contenidas.

Sin darse cuenta, Euphoris comenzó a escuchar palabras conocidas:

“¿Por qué no te quedaste?”
“Prometiste estar siempre.”
“¿Qué hice mal?”

Euphoris retrocedió, pero el río creció, extendiéndose a su alrededor, encerrándola. De sus aguas emergieron sombras vivientes, figuras desdibujadas cargadas de ausencia y pérdida.


El Poder del Abandono

Las sombras susurraban con voces rotas:

“Estás sola.”
“Siempre te abandonan.”
“¿Por qué crees que ahora será diferente?”

Alyktor apareció, con una forma que cambiaba constantemente: ora un amante ausente, ora un amigo perdido, ora una promesa rota.

Se acercó lentamente, con su sonrisa cruel:

“El abandono siempre regresa.”
“Nadie se queda para siempre.”
“¿Cuántas veces necesitas comprobarlo?”

El frío del río penetró hasta sus huesos. Los recuerdos que Euphoris había enterrado resurgieron violentamente:
rostros que se desvanecían, manos que la soltaban, espaldas que se volvían para no regresar.

Los momentos de soledad la inundaron con una intensidad devastadora. Se sintió pequeña, insignificante, vacía.


El Espejo de Atenea

Cuando el frío del abandono amenazó con consumirla, Euphoris recordó el espejo de Atenea. Con manos entumecidas, lo sostuvo por última vez, pensando que esta vez no funcionaría.

Se miró…

Y no vio el vacío.

Vio resistencia.

Vio a una mujer que seguía de pie, a pesar de todo lo que había perdido.

Vio lágrimas, pero también esperanza.
Vio soledad, pero también autonomía.
Vio ausencias, pero también su propia fuerza para avanzar sola cuando nadie estaba.

Entonces comprendió:

El abandono la había marcado, pero no la definía. Su valor no se medía por quiénes se quedaban, sino por quién era ella, incluso en la soledad.


La Transformación

Euphoris se incorporó, firme y decidida.

El río se agitó furioso, como si quisiera arrastrarla al abismo. Pero esta vez, no retrocedió.

Con cada paso, el agua helada retrocedía ante su determinación. Ya no necesitaba esperar rescates ni suplicar presencias.

El amor y la compañía eran valiosos, pero no esenciales para su existencia. Podía avanzar sola… y aún así, estar completa.

Alyktor se desvaneció, incapaz de sostenerse ante una luz que ya no dependía de otros.

Euphoris levantó el espejo una vez más y declaró:

“Estar sola no significa estar vacía.”
“Soy suficiente, incluso en la ausencia.”


Lección Integrada:

Las experiencias dolorosas del pasado pueden parecer verdades eternas, pero no definen lo que somos ni lo que podemos construir. La soledad no es un destino inevitable, sino un momento transitorio que no puede apagar la luz interior.


Desde las riberas secas del río, Euphoris vio otro sendero abrirse entre las sombras. Con una fuerza renovada y su tercer aprendizaje ganado, se preparó para el siguiente desafío.